Cuenta la leyenda... cuando metieron a Jesús al sepulcro, había dentro de la cueva un conejo escondido, que muy asustado veía cómo toda la gente entraba, lloraba y estaba triste porque Jesús había muerto.
El conejo se quedó ahí 
viendo el cuerpo de Jesús cuando pusieron la piedra que cerraba la entrada y lo 
veía y lo veía preguntándose quien sería ese Señor a quien querían tanto todas 
las personas.
Así pasó mucho rato 
viéndolo; pasó todo el día y toda una noche, cuando de repente el conejito vio 
algo sorprendente: Jesús se levantó y dobló las sábanas con las que lo habían 
envuelto. Un ángel quitó la piedra que tapaba la entrada y Jesús salió de la 
cueva ¡más vivo que nunca!
El conejo comprendió que 
Jesús era el Hijo de Dios y decidió que tenía que avisar al mundo y a todas las 
personas que lloraban, que ya no tenían que estar tristes porque Jesús había 
resucitado.
Como los conejos no 
pueden hablar, se les ocurrió que si les llevaba un huevo pintado, ellos 
entenderían el mensaje de vida y alegría y así lo hizo.
Desde entonces, cuenta 
la leyenda que, el conejo sale cada Domingo de Pascua a dejar huevos de colores 
en todas las casas para recordar al mundo que Jesús resucitó y hay que vivir 
alegres.




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